“La conciliación es una tomadura de pelo” - article a el diario
Contra la dictadura de los expertos y a favor de una 'resocialización' de la crianza de los hijos, Carolina del Olmo se abre paso en un ensayo personal pero también plural y documentado sobre la crisis de los cuidados.
por ELENA CABRERA. Link a tot l'article aquí

El embarazo es uno de los mejores momentos para leer
que hay en la vida. Como ocurre con los trayectos en metro, cabría
decir que no hay mucho más que hacer que sentarse y esperar. En la
medida, claro está, que la responsabilidad laboral lo permita. La
lectora puede rescatar esas viejas novelas que nunca encontraron su
hueco, pero le cuesta mirar hacia otro lado y no caer, en un mes u
otro, en la búsqueda de información sobre lo que se está viviendo y
sobre lo que por primera vez está por llegar.
Es la "voracidad lectora maternal", en palabras de Carolina del Olmo,
que lleva a la embarazada a zamparse artículos y libros de expertos en
temas de maternidad y crianza, especialmente cuando se trata del primer
hijo. Pronto descubre que hay dos posiciones polarizadas: la de los
adulto-céntricos y la de los niño-céntricos. Y dos best-sellers que en España, respectivamente, las defienden: Duérmete, niño, de Eduard Estivill; y Bésame mucho, de Carlos González.
La futura madre lectora de ambos títulos se desorienta con facilidad y siente las náuseas matutinas aún más salvajes.
¿Debo propiciar que mi hijo duerma en su habitación y adopte un horario
de sueño cuanto antes? ¿Tengo que cogerlo en brazos cada vez que llora?
¿Es mejor llevarlo con solo unos meses a la guardería y proseguir con
mi trabajo? ¿He de llevarlo conmigo a todas partes, dormir con él y
dedicarme en cuerpo y alma a su crianza durante el mayor tiempo posible?
Los expertos, y sus fans, en una y otra orientación parecen llevar
razón y alertan de graves disfunciones en el futuro de los niños si no
se siguen sus propuestas.
Carolina del Olmo ha escrito un libro titulado ¿Dónde está mi tribu?
que ayuda a calmar los mareos de esas madres aturdidas y esos padres
que no lo están menos. "La gente puede estar en contra o a favor de lo
que digo en el libro, pero no creo que se puedan sentir ofendidos en el
sentido en el que a mí me ofenden los expertos muchas veces", explica
la autora, licenciada en filosofía y que dirige la programación cultural
del Círculo de Bellas Artes. Del Olmo ha tejido su experiencia como
madre de dos niños con una investigación de varios años basada en
lecturas y entrevistas.
¿Cuáles
son los efectos en las madres y los padres de la exposición excesiva a
los libros o artículos de expertos y a la información publicada en
internet que sustentan una u otra corriente sobre la crianza?
Aunque siempre sacas información práctica relevante, los efectos son
bastante perniciosos, en mi opinión. En el caso de los libros me parece
evidente que ese conocimiento que no tienes y que procede de un libro
en lugar de tu entorno más cercano, hermanas, primas, vecinas, madres,
suegras, tías, hace que sea inútil sólo por venirte en un libro. Porque
para empezar el experto siempre es experto, te deja a ti en situación
de ignorante, mera receptora pasiva de conocimiento. Luego, siempre hay
experto y contraexperto en una corriente y otra, y eso genera
ansiedad. Y por último, la forma del experto de transmitir su
conocimiento suele ser dogmática, ciega o insensible a los diferentes
contextos y a las circunstancias en las que tú crías a tu hijo. El
balance que arroja el leer esos consejos tan desgajados de tu realidad
hace que sientas culpa e inseguridad.
¿Hay una inhibición de la atención sobre las características de clase,
socioeconómicas y culturales de las mujeres a la que se están
dirigiendo?
Casi siempre están dirigidos a
mujeres de clase media, burguesa. Carlos González, que dentro de la
corriente de apego me parece el más sensato, dice que lo que necesitan
nuestros hijos es tiempo: dadles tiempo, como si dependiera de nuestra
elección el tener tiempo, como si no tuviéramos que trabajar las horas
que nos marcan y nos obligan. Quizás está dirigiéndose a ese sector
minoritario que podría tener un horario de trabajo de ocho horas y
elige uno de doce para trepar, digamos, en un bufete de abogados
hipercompetitivo; personas con la que yo, al menos ideológicamente, no
comparto nada. Pero no lo dice. No dice 'eh, yuppies del
mundo, esto va para vosotros'. Él se dirige a la sociedad en general.
En cambio, el tema del dinero y el trabajo es absolutamente central y
no aparece, no está por ningún lado. Y si sale, siempre es para decirte
que no te importe. Que si tienes que volver al trabajo después de 16
semanas y trabajar un montón, bueno, pues que no te agobies:
sacaleches, teta a demanda por la noche, colecho (que el niño duerma en
la cama de los padres) y mucho cariño mientras estás en casa. Lo
siento, al menos hay que ofrecer una herramienta que te invite a pensar
que es intolerable que tengas que volver al trabajo después de 16
semanas y que tengas que vivir atada a un sacaleches. No sé comprende
cómo un experto que te da consejos obvia estos detalles, porque de
alguna forma deberían quedar reflejados.
Parece que están llamando a la mansedumbre.
Esa es la sensación que yo tengo. Hay un texto de Chesterton que habla del problema de los piojos
en los suburbios en Inglaterra, donde se promulgó una ley que obligaba
a rapar las cabezas de los niños pobres por la epidemia de piojos.
Chesterton decía que a los amos del mundo lo único que se les ocurre es
rapar cabezas en lugar de acabar con los piojos, pero lo que hace falta
es darnos cuenta de que hay que cortar las cabezas a los de arriba
para no tener que cortar el pelo a los de abajo. Y a mí es la
perspectiva que me falta en la crianza, no la del todo está bien, estas
son las condiciones y apáñate poniendo parchecitos. Por ejemplo, cada
vez leo más opiniones en contra de las guarderías con ciertos
argumentos con los que me puedo sentir identificada y te dices, bueno,
están en contra de las guarderías... Pero que reivindiquen también unas
bajas maternales y paternales más largas, que se haga algo. Al final,
muchas veces la única opción es dejar a tu hijo en la guardería y además
te sientes culpable por ello.
¿Crees que estamos a falta de una corriente de crianza crítica?
Lo que nos falta es una corriente socializadora para resocializar la
maternidad. Una lucha contra la individualización del problema. El
problema no es tuyo, no es de cada una de las madres o de cada uno de
los padres que está en casa agobiado con su bebé, el problema es de
todos. Es social y hace falta una perspectiva que tenga en cuenta todo
el marco y que no te psicologice ni te biologice el problema, ni te
hable de hormonas, ni te hable de apego y crianza segura encerrada en
tu casa.
¿Y a falta de expertos en políticas sociales?
Eso también en un desastre porque ¿qué hacen algunas feministas o
gente bienintencionada que quiere mejorar los temas de conciliación?
Pues poner los ojos en Suecia. Pero el nivel adquisitivo de Suecia y
sus jornadas laborales son cosas que nadie te cuenta. Miran hacia
Suecia y se les ocurre que necesitamos un permiso paternal igual de
extenso que el maternal, e intransferible, que ahora parece que se recomienda en un informe de conciliación que ha elaborado el Congreso.
A lo mejor tiene algún sentido, pero estamos hablando de un permiso de
16 semanas y en Suecia están hablando de permisos de un año. Quizás no
sea eso lo que necesitamos, a lo mejor es otra cosa.
Lo que me fastidia de las políticas sectoriales de conciliación y
maternidad es que no tienen en cuenta el trabajo que llevan a cabo las
políticas no sectoriales, toda las políticas económicas, sociales y
laborales que no son ni de género ni de conciliación ni de maternidad y
que tienen muchísima más influencia sobre nuestro género, nuestra
maternidad y nuestra crianza que las pocas políticas sectoriales que
andan poniendo en marcha por ahí. Y a veces las políticas sectoriales
mejor intencionadas se convierten en una mierda por culpa de esas otras
políticas generales. Incluso a mí me fastidia hablar de conciliación
porque creo que hace mucho más daño la jubilación a los 70. Incluso en
las empresas lo ves, hay ventajas para padres y madres de niños
pequeños y, a veces, las personas sin hijos no comprenden por qué esos
padres y madres deberían salir antes o contar con la opción de elegir
horario. Aparte de que la gente sea egoísta y sinvergüenza, es que no
tiene sentido: necesitamos una política para todos. Nadie debería estar
en un trabajo a las 20:30, ni siquiera el soltero más empedernido que
de allí se vaya a tomar un gin-tonic. Y hasta que
no estemos todos en casa a las cuatro, o a la hora que acordemos, no
tiene sentido andar haciendo otras políticas.
¿Crees que debería dejar de usarse la palabra 'conciliación'?
Tal y como se usa ahora en bocas de políticos a mí me repatea
profundamente porque conciliar significa equilibrar, juntar dos cosas,
hacer que se lleven bien. Pero lo que dicen es que los calendarios
escolares se adapten a los laborales, que la vacaciones de los niños se
adapten a las de los padres... Eso no es conciliar, eso es someter la
vida de los niños a la vida de los adultos. Someter la vida familiar a
la vida laboral. Es una tomadura de pelo.
¿Qué podemos hacer con el trabajo de cuidados que se están invisibilizado?
Todas las ideas que han tenido las corrientes de feminismo de
monetarizarlo son problemáticas. La idea de contabilizarlo me parece
básica. Los ejercicios que dicen que, si se monetarizara todo el trabajo de cuidados, el PIB subiría un 53 por ciento
son fundamentales. Pero dar el paso adicional de salarizar es mucho
más complicado porque dejas que entre el mercado a un lugar donde no
estaba. Donde no estaba en cierto modo, porque sí que está en la
economía en negro e informal. Pero hay que hacerlo visible. La cantidad
de pisos que hay en Madrid donde vive un anciano y un inmigrante debe
de ser brutal, es totalmente descabellado. Y eso está muy
invisibilizado porque es economía informal a cargo de inmigrantes sin
papeles en muchos casos; a ver cómo visibilizas eso.
Forma parte de la crisis de los cuidados.
Vivimos de espaldas a la realidad de los cuidados, al hecho de que
todos hemos sido niños, todos hemos estado o estaremos enfermos alguna
vez y todos vamos a ser viejitos. Parece que fingiéramos que durante
todo el tiempo y durante toda la vida somos individuos autónomos, sanos e
independientes. Todo nuestro marco ideológico está pensado para
asumirlo así, y, por otro lado, estamos de espaldas a la carga del
trabajo que implica todo eso: quién la asume, el número de amas de casa
de mediana o avanzada edad que se responsabilizan de una carga
infinita de cuidados; a sus padres ancianísimos, al marido pachucho, a
sus nietos... Esto va a seguir reventando y reventando y va a llegar a
un punto en el que la crisis de la cuidados no puede más que
agudizarse, porque la generación de 'marujas' se está acabando y el
ejército de trabajadores low cost semiesclavos
que vienen aquí a apañar las cosas también se resiente con la crisis
económica y ya no hay tantos. La gente está en paro y puede cuidarse un
poco, pero es un desastre de un gran calibre y no somos conscientes.
Si ahora te viniera un gobernante a pedirte ideas, a preguntarte ahora qué hacemos, ¿tú qué le dirías?
En función de la capacidad de negociación de este señor, yo le diría
que pusiera la Renta Básica, y punto. Todas las reflexiones cuando más
macro son me conducen a una revolución en profundidad de nuestra
estructura económica y social, a poner coto al imperio del mercado no
sólo en ciertos aspectos de nuestras vidas sino en todos. Me interesa
la Renta Básica porque proporciona un poder de negociación tremendo
para luego hablar de horarios laborales, de condiciones, de qué
queremos hacer de nuestro tiempo, y también para desvincular totalmente
los derechos sociales del salario, que en estos momentos, con los
niveles de paro que tenemos, resulta irrisorio que sigan vinculados.
Y si quien me pregunta es alguien más bien de la junta de distrito de
un ayuntamiento, que no va a poder instaurar la revolución ni la Renta
Básica, pues iría a intentar ofrecer espacios de encuentro que no sean
comerciales. Si te fijas en un día de lluvia en el que las madres van
con sus hijos en el carrito (a un centro comercial, por ejemplo), es
deprimente del todo... ¿A dónde ir? La zona infantil de las bibliotecas
no abre por las mañanas porque los niños salen del cole a las cuatro.
No hay espacios de encuentro adonde acudir.
Por
último, hay otras cosas que deberíamos hacer todos a nivel ideológico,
como luchar contra la individualización y psicologización de todos
nuestros problemas. Darnos cuenta de que incluso los numerosos grupos
de apoyo de crianza y de lactancia, o la sensación de comunidad que
produce internet mediante el intercambio de experiencias y demás, están
muy volcados a la indagación en nuestro interior, al psicoanálisis
constante. Ese de 'a ver cómo te criaron a ti y, si tú le gritas a tu
niño, es porque estás sacando a la luz traumas interiores y no te
dieron todo el amor que necesitaste de pequeño'. A mí me espanta esa
generalización (si le gritas a tu hijo, quizás es porque tu jefe te ha
gritado esta mañana y estás de mal humor). Hay que ir un poco hacia
fuera y a mirar tu alrededor, no mirar hacia dentro de nosotros
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